El amor no era un oscuro instinto animal, como en un principio lo había yo sentido; ni era tampoco una piadosa adoración espiritual (...). Era ambas cosas, ambas y muchas más: era ángel y demonio, hombre y mujer en uno, hombre y animal, sumo bien y profundo mal. Lo deseaba y lo temía; pero estaba siempre presente, siempre por encima de mí. Quería tan sólo intentar vivir aquello que tendía a brotar espontáneamente de mí. ¿Por qué había de serme tan difícil?
miércoles, 17 de marzo de 2010
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